Las elecciones presidenciales del 4 de mayo representan mucho más que una transición política para Rumanía. Son un punto de inflexión. El momento de la verdad. Tras años de presiones externas, manipulaciones internas y un golpe de Estado legalizado que borró de un plumazo millones de votos, el pueblo rumano tiene por fin la oportunidad de levantarse y recuperar lo que es suyo: la soberanía.
El pasado noviembre, la primera vuelta de las elecciones presidenciales vio emerger con fuerza a una figura incómoda con el sistema: Călin Georgescu. Un candidato fuera de los juegos del poder, libre, radical, popular. Con un 23% de apoyo en la primera vuelta, de repente se convirtió en un “peligro para la seguridad nacional” sobre la base de una supuesta “injerencia rusa” que nunca se ha demostrado. Una acusación engañosa, útil sólo para neutralizar a un adversario político mal recibido en Bruselas y sus terminales internas. El 12 de marzo, el Tribunal Constitucional hizo oficial la exclusión de Georgescu. Un veredicto escrito en otra parte.
Pero no contaron con la ira del pueblo. Con la dignidad de un pueblo que ya ha sufrido bastante. Y con la determinación de quienes no aceptan que la democracia sea un juego amañado. Hoy recoge el testigo dejado por Georgescu George Simion, líder de la Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), el rostro de una nueva resistencia patriótica que quiere romper los juegos de poder y devolver la voz al pueblo.
Simion no es un político de “salón”. Es un hombre que viene de la calle, de batallas reales. Nacido en 1986, fundador del movimiento “Acción 2012” por la unión con Moldavia, ha hecho de la identidad nacional su bandera. Al frente de AUR, partido que entró en el Parlamento en 2020 con un 9% y creció hasta el 18% en 2024, se ha convertido en el referente de quienes ya no se reconocen en los partidos sistémicos. De los que quieren familia, trabajo, seguridad, patria. De los que están hartos de ser colonizados cultural y económicamente por una Unión Europea que predica democracia y libertad, pero las pisotea cada vez que los ciudadanos eligen algo distinto de lo que le gusta a Bruselas.
El perfil de Simion es claro. Ha condenado sin ambigüedades la agresión rusa contra Ucrania, ha calificado a Putin de criminal de guerra, pero también se ha negado a convertir a Rumanía en una dependencia de la OTAN o en un perro faldero al servicio de los intereses estadounidenses. Quiere una Rumanía soberana, fuerte, dueña de sus opciones. Y, sobre todo, quiere que las decisiones vuelvan al pueblo.
Mientras tanto, el campo contrario está sumido en el caos. El Psd de Marcel Ciolacu, que gobierna sin pasión ni visión, se ha convertido en el símbolo del inmovilismo. Elena Lasconi, del USR, representa a la élite urbana que mira desde arriba a la Rumanía profunda. Nicușor Dan, alcalde de Bucarest, intenta erigirse en figura moderada, pero no tiene ni la estatura ni el carisma para resistir la ola patriótica. Crin Antonescu, con su PNL, es sólo la sombra desvaída de un pasado que no vuelve. Una fachada dividida y desgastada, desconectada de la realidad.
A medida que los partidos se desmoronan, el sistema se resquebraja. Y el miedo crece. Crece en los pasillos de las cancillerías europeas, en los salones de los medios de comunicación, en las redacciones complacientes, en las instituciones que deberían garantizar la democracia y en cambio la sabotean.
No es casualidad que el caso de Rumanía se haya debatido también al otro lado del Atlántico. En la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente estadounidense JD Vance pronunció unas palabras sacrosantas, que Giorgia Meloni, en una entrevista con el Financial Times , confirmó compartir. Porque la batalla rumana no es aislada.
Es el reflejo de una crisis más amplia. De una Unión Europea que ha perdido el sentido de sus valores fundacionales.
En aquel discurso, Vance denunció sin rodeos lo ocurrido: “Me llamó la atención que un antiguo Comisario europeo saliera hace poco en televisión y se alegrara de que el gobierno rumano acabara de anular unas elecciones. Advirtió de que, si las cosas no salen como están previstas, podría ocurrir lo mismo en Alemania. Unas declaraciones tan indiferentes resultan chocantes. […] Tenemos que hacer algo más que hablar de valores democráticos. Tenemos que vivirlos”.
Luego asestó el golpe: “La democracia se basa en el sagrado principio de que la voz del pueblo cuenta. No hay lugar para cortafuegos. O se defienden los principios o no se defienden. […] Creer en la democracia significa comprender que cada uno de nuestros ciudadanos tiene sabiduría y voz. Y si nos negamos a escuchar esa voz, incluso nuestras luchas más exitosas conseguirán poco”.
Son palabras que molestan tanto a la corriente dominante porque exponen la hipocresía de quienes predican la democracia pero la suspenden cuando no les gusta el resultado. Y son palabras que hoy suenan a aliento para George Simion y millones de rumanos que se preparan para desafiar al sistema.
El 4 de mayo y la segunda vuelta del 18 no son sólo hitos electorales. Son una encrucijada histórica. Por un lado, una Rumanía que acepta ser comisionada por Bruselas y gobernada por jueces sin legitimidad democrática. Por otro, una nación que decide levantarse, volver a creer en sí misma, decir no más a la sumisión.
Y como recordó JD Vance, citando al Papa Juan Pablo II: “No tengáis miedo.
No tengáis miedo de desafiar a los que os quieren mudos. No tengáis miedo de decir lo que pensáis. No tengas miedo de votar contra quienes quieren esclavizarte. Porque la libertad no se pide. Se toma.
No es casualidad que “Sin miedo” fuera también el primer lema de Fratelli d’Italia: un mensaje claro y fuerte que hoy, más que nunca, habla a toda Europa.
Si gana George Simion, será un poderoso mensaje para todo el continente: la voz del pueblo no se apagará. Si pierde, no será el final. Será el comienzo de una nueva resistencia. De una nueva primavera de los pueblos. Y esta vez, nadie podrá hacer la vista gorda.
Es por estas razones que, con La Voce del Patriota, hemos decidido lanzar una columna especial dedicada a Rumanía 2025, para contar, sin filtros y sin censura, esta batalla crucial por la democracia. Lo haremos con artículos, reportajes, vídeos y enlaces sobre el terreno, porque en Rumanía, el 4 de mayo, no sólo votamos a un presidente: votamos el futuro de Europa.
Y cuando la libertad llama, La Voz del Patriota responde.